miércoles, 9 de marzo de 2011


Ser una niña con zapatos de tacón. O una mujer descalza. 
La cuestión es no dejar indiferente a nadie. Que te odien o te amen, no importa.
Que hablen, que se llenen la boca, que griten, lloren, supliquen, anhelen, deseen. 
Sobre todo eso. Y tú mientras te tomas una copa de coñac y te ríes de ellos. 
Sé un desayuno con diamantes o un tranvía llamado deseo. 
El truco está en magnetizarse la sonrisa.
Date en dosis pequeñas, como los buenos perfumes, pero que nunca te compren. 
Eres una rockstar, una modelo de pasarela de humo, la última ganadora del oscar a la sofisticación de la soberbia. 
¿Por qué no dejas de mirar como si no te lo creyeras? Lo tienes pintado en la cara, querida. Eres un objeto para mirar. No toquen, por favor. 
Puede romperse. Puedes romperte. Y nadie se dedica a pegar pedazos. 
Musa, dicen unos. Icono, otros. Tú, dices tú, pero con mayúscula de la grande.
¿Y qué si quieren adorarte? Déjalos. 
Sabes que siempre estarás por encima de ellos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario